ALTERIDAD (AL)

 
Bogotá, 28 agosto del 2023
Asunto: Autoevaluación 
 
El huevo
 

La primera vez que me atravesó el arte fue gracias a mi madre literata quien me arrullaba con cuentos japoneses y me mostraba la inmensa capacidad del lenguaje, de abarcar cada combinación y aun así, ser insuficiente para decirme cuánto me amaba. Aunque mis primeros destellos amorosos y cómplices con la gran palabra “arte” se dieron por los cuentos infantiles, donde las letras flotaban por mi cuarto relatando las historias de los cortadores de bambú, de un pintor que viajaba por sus propios lienzos; en milésimas de segundos, sonaba dentro de un chinchorro en el fondo del pasillo, el ritmo guajiro de la voz de mi papá:

-Guantanamera
guajira guantanamera chacucha cucha cucha
hijita, ven, sí hazme un pasito, con los hombros sí
tienes el sabor de tu abuela Sajaud, pero recógete un poco esos crespos. Su risa grande y generosa me llevó al carnaval a lo largo de mi infancia. Empezó a ser un lugar donde resaltaba, podía bailar, gritar, reír y jugar. 

Así que en mi adolescencia, busqué algo similar en sensación, empecé a bailar salsa en academias, por la regularidad competía y exploraba otros géneros. Mientras tanto, el teatro me obsesionaba en el colegio, quería hacer todos los papeles no deseados: la princesa rapera, la muñeca brava, la viejita, la ladrona. Las letras de Shakespeare, o de algunos clásicos del teatro como Sófocles me conmovían tanto al leerlos como al actuarlos.Sin embargo, comencé a sentirme dividida. Por un lado estaba la vida en la ciudad, donde recibía por mi colegio matemático y francés educación con referentes europeos. En eso, empezó a relucir en mi educación gracias a mi profesora Juana Niño del colegio Refous, los procesos que estaban sucediendo en el país entorno a las reservas naturales, los acuerdos de paz, la situación educativa en la guajira, el estigma, el olvido, el conflicto, la reconciliación y verdad. Empecé a ser consciente del lugar afro en mi vida, el cual más adelante evolucionaría en una enunciación afro indígena por mi familia paterna, pero lo anterior no tomaba lugar en las prácticas y modos de la ciudad. No sabía cómo articular aquel lugar guajiro con la enseñanza que recibía, con las lecturas, pues me movilizaron enuna educación centralizada en referentes poco latinoamericanos, no me veía representada en ningún espacio.

Oruga

Mientras sentía la revoltura estomacal por no lograr definirme en mi adolescencia, llegó un despertar en la danza por la salsa. Comencé a tomar clases de salsa caleña y sentía el compás de mi papá, por la regularidad llegué a lo profesional en competencia y así me fui acercando a otros modos de danza como lo contemporáneo y bailes de pareja. Si bien la salsa era un camino de mi cuerpo junto al teatro, mi debilidad eran las letras, pero les temía en lo profundo. No me sentía capaz de estudiar literatura, principalmente porque las heridas del mundo patriarcal hacían que me sintiera insuficiente, incapaz de entender realmente para poder hacer una carrera en Letras. En ese momento entendía de forma separada la creación de la investigación, así como yo misma me veía dividida, incompleta, inconexa. Quise alejarme en la universidad de cualquier mundo de análisis, exámenes fijos, cerrados y precisos. Llegué al programa de artes escénicas con ilusión y al tiempo con una herida que parecía incurable.La carrera combinaba puertas medio abiertas en mi vida, el teatro, la danza, la exploración corpórea, me enamoré de la idea de ser actriz. Supe que más adelante si quería podría hacer doble titulación, pero en ese primer semestre aquello sonaba imposible por los miedos y ataduras. Mi objetivo sería ser bailarina y actriz, tener doble énfasis y aprender de todo, pues a fin de cuentas en ese momento veía que la misma carrera buscaba puentes entre disciplinas y yo era eso, un puente entre universos.

A medida que fui cursando los primeros semestres, la exploración con Sofía Monsalve me hizo sentir, por primera vez, el centro fijo. El agotamiento desembocaba en un cuerpo desarticulado de formas y miedos pasados, el aire del estudio me acariciaba y me susurraba, sí pertenecía al movimiento, sí era de las gotas cayendo por mi frente. Me marcó conocer cómo el trabajo en colectivo transformaba el cuerpo. La acción me sorprendió.

Crisálida

Continué sin esperar pero recibiendo cada palabra, así dos sucesos en simultáneo aclararon mi panorama, al entrar a tercer semestre en el 2020 y la llegada de la pandemia junto a la enfermedad de mi padre, el mundo se dio vuelta y así mis miedos. Entré a hacer doble titulación con literatura en medio de la pandemia por un desasosiego emocional y crisis genuinamente existencial.El segundo acontecimiento fueron las clases de “diseño para la escena” e “historia de la danza, siglos XIX y XX” . En la primera asignatura pude comprender el montaje de una obra desde lugares no habitados en el pasado como la investigación, los referentes, la creación desde una intuición y las decisiones que atraviesan una idea. La profesora, Milena Forero fue sumamente motivadora, gracias a sus exploraciones entendí la importancia del dibujo, de la bitácora, de
la autoevaluación y de la necesidad de conocerme a mí misma para poder crear desde la entraña. En la segunda, con la profesora Sara Regina aprendí a historizar el movimiento para ver en el gesto la historia, al contrario de la Historia como generadora del mundo y lineal. Valoré en mi proceso esta materia porque fue
el germen y comprensión del pensamiento constelar: una unión de conceptos, nombres, frases e ideas que se teje para ver a las nadies, las sin nombre, la aparición de otro modo de ser en el mundo, pellizcando la excepción (a lo patafísico).Cual mariposa amarilla
naciente de la literatura Latinoamericana me sentí

Mariposa adulta

Al encontrarme con la técnica de teatro gestual, y un semestre después entrar al ensamble con el mismo profesor Leonardo Martínez, la palabra por fin se direccionó a mi cuerpo, hablé sin voz. Supe de los contrapesos y el entrenamiento del actor para ir nutriendo su propia cocina. Pero una vez más en mis reflexiones operaba la voz como un lugar de búsqueda, una vez más me encontré dividida.

Hasta hace poco donde conseguí conciliar la alteridad de mis deseos desde
la carrera pues esta misma se propone interdisciplinar, todo puede existir sin oposición necesaria, puedo amar la voz, escribir las palabras, dirigir la sensación, actuar la imaginación y abrazar mis oralidades y raíces. Esto aterriza gracias a las enseñanzas de varios maestros, por ejemplo, al ver técnica de introducción a la danza contemporánea con Olga Cruz y Sara Idárraga, abracé el piso sin esfuerzo, sin golpe, tomé consciencia de mis capacidades y necesidades, la imaginación teatral se hizo sensación. En un proceso de ensamble junto a Arnulfo Pardo y a María Adelaida Palacio la guía entre el cuerpo que acciona y la voz fue sumamente poderosa. Junto a Arnulfo, con quien no había visto clase, vi el poder de la constancia, el esfuerzo y la presencia. Por cada uno de mis profesores y profesoras, en mi futuro próximo deseo seguir explorando en procesos creativos, desarrollar mi voz como escritora, como actriz. Al igual, yo creo en la pedagogía, por lo que quisiera educarme en esta área, sin duda, mis sueños son tan amplios como las enseñanzas vistas en clase o fuera de ellas con las increíbles e inspiradoras obras de mis profesores.

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