25 de noviembre del 2022

Cuerpas lectoras (CL)

Estimadx consteladxr de estrellas: 

El presente lo escribí para una mis clases de Literatura Teoría de la Recepción, en donde problematicé la lectura y recepción en torno al ser mujer en relación con los aprendizajes obtenidos en mi carrera de Artes escénicas.

A lo largo del curso, bajo el lente de las conversaciones realizadas en torno
a la teoría de la recepción, una revelación para la presente investigación fue entender la lectura como una práctica corpórea. Ya que históricamente, la cuerpa ha sido negada y sumergida en el rechazo, este ensayo busca demostrar cómo la corporeidad es un lugar necesario para el análisis y comprensión en el proceso de lectura de las mujeres. Por eso, me basaré principalmente en el texto Política sexual de la lectura, en el apartado “La lectura encarnada”, donde se analizan fragmentos y postulados de la escritora Hélène Cixous acerca del trabajo entre la lectora, el texto y la cuerpa. Tal y como menciona Littau (2008) sobre Cixous:

Su obra ha intentado revelar las jerarquías sistemáticas que han operado en la historia para dar preeminencia a la razón sobre la pasión, a la mente sobre el cuerpo y −esto es fundamental− al hombre sobre la mujer. La asimilación de la mujer con el otro de la razón o, a la inversa, la asimilación del hombre con la racionalidad, azuza la desconfianza de Cixous ante el lugar que ocupa el espíritu en el pensamiento occidental y la consiguiente negación del cuerpo. (p. 227)

Ya que la autora demuestra la jerarquía en el binarismo de la razón sobre cuerpo, la cultura sobre la naturaleza, la mente sobre el alma; se puede evidenciar claramente la imposibilidad que ha tenido la mujer y el lenguaje mismo para construir un punto de encuentro, de igualdad, intimidad y de no resistencia entre ella y la lectura.

1. Tradición masculina y machista

El problema a abordar es la soterrada división entre la cuerpa de la mujer y sus procesos de lectura (y escritura). Como se menciona en el epígrafe, el rechazo impuesto a la cuerpa hace que la lectura (históricamente) sea inevitable y ajena
a la mujer pues reside en la razón, es decir, en lo masculino. Los procesos de goce e interpretación para están fuera de lo propio y habitan una representación hecha por el hombre. Por tanto, si se vieran los procesos de lectura unidos a la corporeidad, la mujer podría verse a sí misma, abarcar más palabras, textos y cuerpas recuperadas. Como menciona Littau (2008):

Como Cixous, que coloca al cuerpo en el centro de su pensamiento −y que, de hecho, hace de él un canal del pensamiento a fin de inducir una manera totalmente distinta de pensar−, Irigaray también parte del cuerpo en su filosofía feminista. Refutando el supuesto freudiano de que la mujer es inferior al hombre porque carece de falo (cf. Freud [1925], 1986, págs. 405-6; [1933], 1979), Irigaray sostiene que el sexo de la mujer no es uno, sino plural. (p.231)

Al traer la cuerpa al centro como lugar de entendimiento se encuentra emancipada de una historia y logra resignificarse. Así mismo, Stanley Fish investiga los efectos de la lectura sobre sus receptores, cuyas maneras se dan en
un multinivel de comprensión y cognición, de cierta forma, él hace del cuerpo el receptor de la lectura. A partir de lo anterior, me surgen preguntas como ¿hasta qué punto el proceso de lectura o “hacer de las palabras” es mediado por la cuerpa? Si la corporeidad se expande en significado y hay otras formas de acercarse al texto, ¿el sentido de la lectura se dilata y entonces escuchar un libro se convierte en una forma de lectura?

Otra observación crucial al hablar sobre “cómo leen las mujeres”, es la expuesta complejidad que menciona Littau sobre entender la biología como destino, y la cuerpa como algo meramente discursivo, pues “mujer” no es un concepto, ni una experiencia homogenizante. Entonces, cuando me refiera a la mujer no será desde el esencialismo sino desde las realidades materiales, sociales que conlleva la biología. Ya que no existe una misma cosa que signifique ser mujer, o leer como mujer, me basaré en mi experiencia personal, junto a la de mi madre y una amiga cercana Valeria Gómez.

0. La corporeidad expandida

1. Intimidad con el texto

¿Qué resulta siendo entonces la cuerpa en relación a sus procesos creativos y académicos? ¿efectivamente el círculo hermenéutico donde el libro se completa en el lector, reside en la memoria e imaginación conjuntas a las palabras mismas del texto? ¿o hay un efecto en la cuerpa que confluye en el proceso de recepción? Littau (2008) menciona sobre Hélène Cixous:

Cixous escribe teoría como lo haría una novelista. Aunque en Reading with Clarice Lispector sostiene que “hay miles de relaciones posibles con un texto” (1990, pág. 3) −entre ellas las del crítico que estudia su “construcción, sus técnicas y su textura”−, la lectora es quien se entrega a un texto que atrapa su atención. En contraposición a la lectora que resiste, Cixous imagina una “relación que no es de defensa ni de resistencia” entre el texto y la lectora, de suerte que “nos dejamos llevar por el texto” (ibid.; las bastardillas me pertenecen). (p.223)

Si existen relaciones diversas con el texto, se puede ver entonces un rango más amplio para comprender la lectura misma donde no viva necesariamente una defensa o una resistencia, sino una intimidad y cercanía entre el texto y la cuerpa. Así se podría contemplar un ser expandido. En ese sentido, maneras en el lenguaje que evidencian el falso binarismo podrían traerse a colación y, por el contrario a la historia falocéntrica generar múltiples relaciones de igualdad, tales como: cuerpa es voz, cuerpa es sentipensar, cuerpa es transformación, cuerpa es sonido, libro es música, letra es dibujo.

0. Cognición

Littau afirma (2008): “Cuando Cixous hace un paralelo entre los ritmos musicales y los de un texto, traza concretamente el vínculo material entre una forma abstracta de arte (la música) y otra representativa (la literatura)” (p.225).
El texto tiene una visibilidad y a la vez, una sonoridad, entonces, el proceso de aprehensión necesita de los sentidos y la cuerpa para comprender. Es decir, hay otras formas de vivir el conocimiento que no residen en la concepción tradicional.

0. La voz

Como mencioné anteriormente, es necesario entender la cuerpa en un sentido expandido para reconocer la negación histórica que la mujer ha sufrido sobre sí misma. En la voz y el sonido, aquel binarismo de cuerpo sobre mente se desmonta y genera un espectro donde no es materialmente ninguno, pero donde confluyen ambos. La voz es reflejo de lo imperceptible, como parece ser la cuerpa misma de la lectora.

0. El recital de poesía: un colectivo tejido

En los recitales de poesía, la voz permea con claridad los cuerpos lectores. La Trenza, un fanzine escrito por mujeres, hizo en la librería Santo&Seña un lanzamiento de su nueva edición del libro en formato recital de poesía. En aquel evento me pregunté si por medio de la lectura en voz alta de una persona, el cuerpo transformaba el proceso de recepción al crear un bucle (imagen 1) entre el receptor y emisor. La lectora hace el proceso con en ella, y gracias a su voz, con el público.

Otra pregunta que surge es, ¿la escucha es una forma de leer?

Cada escritora leía de forma diferente, con entonación variada, con matices en su sonido. Las sonrisas al leer configuraban la laringe de maneras particulares, las manos vivas sosteniendo el libro mientras la otra acariciaba su brazo brindaba imágenes que acompañaban las letras. Se puede concluir, que la cuerpa de cada mujer al leer se involucra de manera absoluta. Como dice la escritora Cixous (1995): “Escucha a una mujer hablando en una asamblea (si no ha perdido el aliento dolorosamente): no “habla”, lanza al aire su cuerpo tembloroso, se suelta, vuela, toda ella se convierte en su voz” (p.55). La voz se convierte en el cuerpo y el cuerpo es voz.

Así como se expande el sentido de lo corpóreo, la lectura misma se abre convirtiéndose en escucha. Leer es oír, como escribir resulta una lectura, y para las mujeres, un navío de lo propio. Entonces, si al abrir la mirada del mismo cuerpo, se entienden nuevas formas de leer, la mujer parece encontrarse consigo misma.

Ana Broitman en el libro compilado Historias lectoras en el capítulo titulado “Cuidado: mujeres leyendo”, demuestra que la lectura individual ha sido un privilegio que los hombres han tenido y del cual pocas mujeres gozan dadas las condiciones de cuidado del hogar y familia. Leer implica dejar al hijo y los deberes. Broitman (2018) menciona:

La lectura en solitario se consideraba, además, un peligro para la salud mental femenina y las mismas mujeres la catalogaban como un placer culposo, una tontería y una pérdida de tiempo, un placer furtivo e ilícito. Pero también existían prácticas de sociabilidad, como los clubes de lectura, en los que mujeres de distintas generaciones se reunían a leer en voz alta, debatir, coser y conversar. (…) Leer podía ser una forma moderada de protesta contra las demandas y mandatos domésticos y familiares. Ya fuera romántica o de otro tipo, la lectura podía llevar a las mujeres a cuestionar y cuestionarse el rol social, familiar y erótico que les había asignado la moral burguesa. (p.75)

A partir de la anterior cita observo cómo varios argumentos confluyen con el punto de vista de Littau, por ejemplo, la dificultad para leer novelas sentimentales, y los cuestionamientos que se hace la mujer por leer. Críticos literarios cancelan la elección de la lectura por placer y simple gusto emocional, pues hay que parecerse al

hombre letrado razonable, hay que ser masculinas, escribir herméticamente para considerarse sabia, y de no ser así, la culpa llega. Me pregunto ¿por dónde
se transita lo fútil que ellas se sentían al leer, si no es por el mismo cuerpo?
Por ejemplo, al leer Cumbres Borrascosas, una se sabe culpable por no estar compartiendo otros autores elogiados por el canon, la emoción atraviesa el vientre, los brazos, el ceño se frunce, la tez palidece. El cuerpo habla. Ahora bien, otro punto mencionado por Broitman es lectura colectiva, pues en voz alta cada una se lanza al vacío en una reapropiación de lo íntimo y de sí mismas que solo se entiende con la otra, y con la cuerpa involucrada.

2.5 Movimiento

Al observar el cuerpo siendo voz, comprendí los movimientos sutiles que permean la lectura y codifican en totalidad la comprensión. Si una persona lee un texto de pie, o con el libro en la mano, o en la comodidad de la casa o en un transporte, los efectos del texto varían en el receptor. Parece que todos los análisis de los procesos de interpretación residen en pocas materialidades físicas del lector, sin embargo considero que el cuerpo es vital para el estudio de la recepción de los texto.

2.6 La materialidad

Guglielmo Cavallo y Roger Chartier en Historia de la lectura nos hacen un recorrido sobre cómo han leído las personas a lo largo de momentos históricos. En este texto la materialidad del libro se hace evidente en su importancia para
la historia lectora. Leer un papiro, un libro, una pantalla movilizan de formas diferentes los cuerpos, así que, el movimiento está ligado a la materialidad, pues lo sutil de la actividad se transforma según de qué está hecho el libro. Sin aquellos ajustes del cuerpo, no habría una relación de cercanía emocional con el texto.

0. Escritoras para mujeres lectoras

Con lo anterior, prima en teóricos la idea de los en procesos tradicionalmente mentales a la hora de leer. Por ejemplo, el teórico Roman Ingarden postula en el proceso de la recepción de un texto, el concepto de los lugares de indeterminación, espacios que el lector completa a partir de las concreciones dadas con las palabras. Es decir, lugares que no se completan en la obra sino en el lector. Ingarden cree que los espacios se conforman bajo lecturas fieles y valiosas. Sin embargo, al observar la lectura que hace mi madre de versos escritos por mujeres, los lugares de indeterminación, parecen completarse con la experiencia corpórea y vívida de ella.

Lo anterior se demuestra en el poemario escrito por la peruana Valeria Román titulado Matrioska. El libro divido en tres secciones: Siamesa, Simbiosis y Matrioska, trata acerca de la maternidad, el desarrollo menstrual de la mujer, el abuso por parte del padre, y la experiencia corpórea de la mujer.

Cuando Román (2018) dice:
apagada la luz
pleno abrazo mis senos como acto de pudor
el aire está caliente y pienso mínima en aquella
noche negra y plana
magna donde me dejaron abdicada abatida
ahora siamesa
niña dentro de una niña
apenas setenta kilos y un cuarto de siglo agotada
apagada la luz
pleno abrazo mi estómago como acto de vergüenza
el aire está caliente y pienso
cierren la puerta
déjenme sola


Aquellos lugares de indeterminación considero se llenan en la experiencia del ser mujer. Por ejemplo, Valeria Gómez, mi amiga cercana a quien le pedí compartir su experiencia lectora, recurrió a su cuerpo para contar su interpretación. Se sujetó el vientre y recordó su desarrollo y las condiciones materiales del ser mujer. Aquel relato de ser vista por el hombre como una niña mayor, pero aún sentirse en la infancia, o la vergüenza se ser “apta para las relaciones” con otro sexo, o de sentir sus senos más grandes, fueron concreciones en ella dadas las palabras y aquellos espacios de indeterminación, palabras no dichas, se completaron en su vivencia corporal.

3.1 La representación resignificada

Un punto importante del apartado anterior es la capacidad de las mujeres para escribir sobre sus cuerpos, tal y como Cixous mencionaba. Sin embargo, creo que esto solo es posible tras un proceso de apropiación de una de las formas por la cual la mujer ha sido descrita bajo lo masculino: la escritura, la palabra.
Lo femenino solo ha existido, solo bajo la mirada y representación misógina, de pasividad y sexismo. Como menciona Cixous (1995): “Ella no existe, ella no puede ser; pero es necesario que exista. De la mujer, de la que él ya no depende conserva este espacio, siempre virgen, materia sumisa al deseo que él quiera dictar” (p.16). La borradura de la mujer se ha dado hasta el los referentes de lectura. Por tanto, con el concepto de autoetnografía enunciado por Pratt, se genera un puente
entre la escritura de las mujeres, y sus lectoras. Pratt menciona (2010) sobre la autoetnografía:

Estas expresiones, se refieren a instancias en las que los sujetos colonizados emprenden su propia representación de maneras que se comprometen con los términos del colonizador. Si los textos etnográficos son un medio por el cual los europeos representan para ellos mismos a sus (usualmente subyugados) otros, los textos autoetnográficos son los que los otros construyen para responder a esas representaciones metropolitanas o para dialogar con ellas (p.35).

Aunque no considero que las mujeres estén buscando dialogar necesariamente con los hombres, sí creo que hacen un trabajo de auto representación, donde su lectora completa el libro y el proceso de realización.

Esto que menciono acerca de la mujer y su capacidad de escribir sus cuerpos, es un trabajo también realizado por mujeres oralitoras, aquellas cuerpas indígenas que por medio de la escritura ponen como principal fuente sus conocimientos ancestrales, orales y tradiciones. Muchas narran sus saberes a partir de la escritura donde pueden expresar sus cosmogonías, contarse por sí mismas, y lograr resignificar y apropiar la letra desde otro lugar, causando unos efectos y movilizando afectos.

En conclusión, aunque no existe una globalidad en la experiencia lectora, podemos ver cómo el cuerpo debe emanciparse de una imagen de castigo o cárcel, de algo inherente al aprendizaje y lectura, para poder abarcar nuevas formas de conocimiento y ahondar en las diversas maneras de leer anteriormente expuestas. Bajo ciertas ramas que brindan nuevos conocimientos, la teoría de la recepción cuyo objeto de estudio ha sido el lector ha logrado enriquecerse y su corpus teórico se ha transformado.

Al ampliar su ámbito más personas han podido sentirse identificadas, y ya que el lenguaje nombra el mundo y lo crea, bajo la palabra es importante entender diversas formas de lectura. La cuerpa, todas, todos y todes, el sentipensar, logran cambiar paradigmas y así, la mirada hacia las realidades particulares. No todo está dicho pues se construyen nuevos discursos para crear nuevas poéticas. La teoría vive en evolución y cambio para enriquecer la recepción y formas de hacer los textos.

(P.D: Diríjase a MA la Estrella semilla)

 

Referencias

Broitman, A. (2018). Historias de lecturas, lectoras y lectores. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras
Cixous, H. (1995). La risa de la medusa. Barcelona: Anthropos
Littau, K. (2008). Teorías de la Lectura: Libros, cuerpos y bibliomanía. Manantial

Pratt, M. (2019). Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Trad: Ofelia Castillo, Fondo de Cultura Económica, 2010.
Román, V. (2018). Matrioska. Perú: Asociac ión Peruano Japonesa.